Marco Aurelio: vuelco histórico

No estamos seguros. Es ley del hombre. En la Historia (en la gran Historia, no en la cotidiana) tampoco. Así Marco Aurelio (121-180) uno de los grandes césares de Roma, «el emperador-filósofo» ha pasado en un buen libro renovador de un historiador y latinista italiano, Augusto Fraschetti,Marco Aurelio. La miseria de la filosofía (Marcial Pons Editores) casi de héroe a villano. El libro es sugestivo y ameno para cualquiera que guste de la historia o las letras, pero no sólo antiguas, porque la «caída» de un gran personaje –«caída de príncipes» se decía en nuestra Edad Media– vale para todo momento y si se me apura, más ahora…

Marco Aurelio (del que tenemos espléndidos retratos en mármol y bronce) ese augusto, que tras la muerte de Lucio Vero, gobernó el Imperio solo, guerreando contra los bárbaros en infinidad de batallas, al final, en el limes germanicus, la frontera frente a los germanos (recordemos películas célebres como La caída del Imperio Romano, o más cercanamente Gladiator que se abren con esas escenas) y allá, lejos de todo, con la barba distintiva de los filósofos, se dedicó a dictar a su escriba un libro –en griego– que ha pasado a la posteridad, sus Meditaciones, donde repasa para sí los grandes temas de la filosofía y el vivir estoico –siguiendo a Epicteto– este hombre que tuvo por médico personal al propio Galeno, que le suministraba opio para sus dolores, al que se decía que su mujer Faustina engañaba con bellos y fornidos gladiadores, resulta –vueltas a ver con detalle las fuentes– que vino a ser un emperador abusivo y egoísta: subió los impuestos para mantener el enorme ejército, fue egoísta, nada misericordioso (incluidas nuevas persecuciones contra los cristianos, cuyo monoteísmo no le gustaba), impuso a su hija Lucila un matrimonio de conveniencia y dejó como heredero no «al mejor» (como buscaba el Imperio donde los emperadores adoptaban a sus sucesores, «el Imperio adoptivo») sino a su único hijo varón, Cómodo –aunque malas lenguas lo hacían hijo de un gladiador– y que pasaría a la Historia más como derrochador, cabeza huera y amigo de los juegos circenses, instituyendo el «Imperio hereditario» quizá un atraso frente al «adoptivo…».

La Historia la escriben unos u otros, y sólo tarde y ya sin prejuicios llegamos (a veces) a asomarnos a la verdad auténtica. Es el caso de Marco Aurelio, cruel, belicoso, ambicioso, que usó el crimen pero que admiraba a los filósofos estoicos (que buscaban sencillez, humildad, austeridad) y llegó a sentirse uno de ellos. Las Meditaciones es una recopilación de enseñanzas estoicas, cuyo mérito más notable es que lo escribió el emperador de Roma. ¿Esquizoide? Acaso no. En su intimidad, Marco pudo sentirse cerca de lo que leemos en las Meditaciones, pero como Augusto, como el personaje más poderoso del mundo conocido, quizá sólo pudo (como hoy) lidiar torpemente contra todas las insidias y corruptelas que parecen cercanas, consustanciales al poder en cualquier época… Con este nuevo Marco Aurelio de Fraschetti –su obra póstuma– releemos la Historia y no nos asombramos si sabemos. A lo mejor, incluso con su lado sombrío, Marco Aurelio Antonino no dejó de ser humana (imperfectamente) grande.